12 nov 2017

El porvenir asusta

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El optimismo es un estilo explicativo del porque ocurren los eventos y sobre los cuales, tomamos decisiones. La Esperanza refiere por su parte, a esperar que lo mejor suceda. Ambos juegan un papel importante en el futuro. Ninguno de ellos implica no hacer nada.


En mi actividad de coach y consultor de bienestar organizacional, he observado desánimo respecto al porvenir y no precisamente de los colaboradores de nivel medio o base. Estimo que el entorno no contribuye y en algunos casos, tampoco nosotros mismos.

Es importante señalar, que el observar lo negativo puede proporcionar información crítica de lo que está mal. El pensamiento positivo no niega la existencia de lo negativo. Es centrarnos en lo positivo para dejarnos halar por el futuro.

Es por esto, que mi actividad reciente ha sido insuflar conceptos ligados al Optimismo y la Esperanza. Ya definido optimismo (acorde a Martin Seligman), como la explicación de los eventos por venir (como adversos o favorables) y de cómo estos condicionan nuestro actuar, el quid está en la validación si lo que esperamos es un infortunio o no.


Si lo esperado es una desgracia, valdría preguntarse, ¿Tengo evidencia de que la adversidad esperada es cierta? Pierdo de vista los casos de creencias limitantes que parten de informaciones centradas más en el miedo que en la veracidad de la misma. Vale la pena plantearse también las posibles causas de lo negativo que presumo está por venir.

Seguidamente es conveniente hacer algunas deducciones al respecto. Aun suponiendo el infortunio esperado sea correcto, ¿Qué tan grave es? (con esto no se quiere decir que si los eventos esperados no son graves no requieren atención), ¿Qué tan útil son estas creencias? Si la respuesta a cada una de estas interrogantes es afirmativa, lo que queda es hacer algo en consecuencia.

Es aquí donde la esperanza (expectativa de que las cosas salgan bien), entra en juego. Este estado motivacional positivo, implica tres elementos importantes: Objetivo, Recursos y Plan de Acción.

Definir el objetivo, creado bajo criterios de especificidad, tiempo, realismo y posibilidad de medir avances, es una actividad vital. Si no tengo definido que deseo ni a donde voy, ya lo obtuve y ya llegué. Seguidamente, es preciso procurar los recursos necesarios (tiempo, dinero, experticia, gente) para que ocurra lo esperado.
Por último, no basta tener objetivos y recursos definidos sin un detallado plan con acciones bien estructuradas. Conjugando estos 3 elementos, lograremos resultados satisfactorios.

Esperar con la mirada al cielo, puede ayudar. Sin embargo, los conceptos de optimismo y esperanza presentados en este artículo están centrados más en la acción que en la fe.
Mantengamos la fe sin olvidar nuestra responsabilidad en lo que sucede y en los que está por venir. De esta manera, el porvenir no asusta. Nos empodera.


Psi. Cesar Yacsirk
Presidente Sociedad Venezolana de Psicología Positiva

Twitter @CYACS / Instagram: c_yacs

Publicado en la revista Business Venezuela 2017

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